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“¡No quiero volver a clases!”: Cómo apoyar el regreso a la rutina de nuestros hijos.

Por Paula Sangüesa R.

Por estos días, en los que el verano comienza a dejarnos y se hace inminente nuestro regreso a la rutina, no sólo los adultos suelen sentir ansiedad sino que nuestros hijos, pequeños y grandes, también se movilizan con la vuelta a clases, ya sea jardín, colegio o universidad.

Las dificultades y desafíos del año anterior, que ya casi se habían olvidado durante las vacaciones, vuelven muchas veces a reaparecer anticipando lo que podría repetirse este año. Los fantasmas que nos visitan dependerán de las experiencias del año anterior, los que se mezclan con los deseos de volver a encontrarse con los amigos, los recreos, las actividades extra-programáticas, cumplir metas, etc. Fantasmas tales como estar más tiempo lejos de mamá o papá, comidas que no me gustan, peleas con amigos o problemas con profesores, decepciones amorosas, sacarse malas notas o “echarse ramos”, sentirse poco interesantes, menos que el resto, etc. Quizás incluso sea un nuevo establecimiento, curso o una nueva carrera que potencian esta ansiedad anticipatoria al regreso a clases.

Todo este estrés, se ve acrecentado además por el propio estrés de los adultos, quienes luchan por adaptarse nuevamente a lo que significa compatibilizar su vida personal, laboral, los compromisos como madre/padre y, por su puesto, con sus propios fantasmas. Nuestros hijos leen mejor que nadie las claves de esta lucha y esto alimenta su propio estrés.

Dado que esta transición suele durar aproximadamente un mes, se hace necesario pensar algunas estrategias que pueden ayudarnos a apoyar a nuestros hijos y, obviamente a nosotros mismos con ello.

  1. Prepararse para la rutina. Los seres humanos nos movemos por hábitos, y muchas veces el regreso a la rutina del año se nos hace difícil por estar acostumbrados al ritmo más relajado y los horarios distendidos de vacaciones. Darse tiempo de comenzar a regular los horarios de levantarse y acostarse, de comida, etc. al menos una semana antes ayuda a todos los miembros de la familia a prepararse y enfrentar de mejor manera los horarios del año.
  2. Listos para comenzar. El permitir a los niños participar de la compra y preparación de los útiles escolares, y a los más grandes incluso hacerse responsables de esto los ayuda a irse mentalizando en el regreso a clases y potencia la motivación por “lo nuevo” que vendrá. En este sentido, también ayuda hacer un horario en el que se concretice la forma en que la semana estará organizada, así como poder ir a conocer el nuevo lugar algunos días antes de comenzar. En el caso de los más grandes que se movilizan solos, el conocer la nueva ruta permite un reconocimiento y orientación que puede ayudar a reducir el estrés del primer día de clases.
  3. Retomar el contacto. Ya sea para pequeños o grandes, el volver a reencontrarse con los amigos del colegio o universidad tras las vacaciones resulta un factor que reduce el estrés y ayuda a hacerse la idea de volver a clases. Por este motivo, los padres pueden potenciar invitaciones a las casas o salidas en los que esto sea posible incluso algunos días antes del retorno oficial.
  4. Hacerse cargo de la emoción hablando de lo que ocurre. Aunque muchas veces quisiéramos evitar hablar de las cosas que nos hacen sentir emociones negativas, este mecanismo solo nos hace perpetuar esta emoción. En ese sentido, los padres pueden ayudar a sus hijos hablando de la posibilidad de tener emociones encontradas con el retorno a clases, pudiendo incluso dar ejemplos de su propia realidad con el trabajo. La idea es, en esta conversación, equilibrar el recordar aspectos positivos, como vivencias positivas, logros del año pasado y posibles oportunidades que se podrían presentar en este año nuevo que comienza, con los miedos y temores realistas o no. Incluso con los más pequeños, se pueden realizar comentarios que en la literatura se llaman “mentalizantes”, en el sentido de reflejar lo que el otro puede estar sintiendo (algo así como relatar lo que pienso al otro le puede estar pasando).
  5. Metas concretas y realistas. Algo que suele aumentar la ansiedad de pequeños y grandes en el retorno escolar, se relaciona con las expectativas y metas que ellos mismos y nosotros como padres les planteamos para un nuevo año estudiantil. Enunciados del tipo “estudiar más” o “sacarme buenas notas”, son excesivamente generales y poco realistas. La idea es ser más concretos que eso e ir un paso a la vez, de tal manera que se pueden ir fijando metas a lo largo del año (a través del proceso) más que solamente finales. Por ejemplo: “subir la nota en lenguaje” puede ser disgregado en “leer el libro de este mes del control de lectura”, “realizar un resumen del libro del control de lectura”, “corregir la prueba del control de lectura una vez que me la entreguen”, etc.  También es importante reconocer la necesidad de algunos niños de recibir atención profesional de psicopedagogos, neuropsicólogos, etc., pues muchas veces a los padres les cuesta reconocer estas dificultades, creyendo ver en sus hijos “solamente flojera”, cuando muchas veces esta conducta de niños y adolescentes es un síntoma de dificultades en el aprendizaje. Justamente su falta de esfuerzo por estudiar, muchas veces es consecuencia de baja motivación, baja autoestima y sentimientos de frustración por vacíos anteriores en el aprendizaje, que frente a reiterados fracasos, los lleva a “tirar la toalla”. Algunas otras veces, esta conducta puede reflejar trastornos emocionales.
  6. Mantener espacios de diversión. Finalmente, no hay nada que genere más ansiedad que el visualizar el año productivo como el fin de la diversión. En este sentido, y como base esencial para una vida saludable, cabe el procurar dar un espacio a pensar y hacer cosas divertidas y que nos gusten. La clave para finalmente disfrutar y poder realmente aprovechar los estudios y trabajo, radica en tener un equilibrio con nuestro propio espacio creativo y expansivo… y esto es válido para niños, adultos y ancianos.

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